El Etanol: ¿Negocio Para
Quién?
El actual furor por el desarrollo de los llamados biocombustibles merece un
análisis más prudente de todos sus componentes. Es muy probable que los
resultados de la adopción de una política que fomente y haga obligatorio su
uso, resulte en mayores daños ambientales y pérdidas económicas para los
consumidores que terminarán enriqueciendo a los carteles cerealeros y los
políticos participantes.
por Eduardo Ferreyra
Presidente de FAEC
Extractando y resumiendo información de
diferentes fuentes técnicas y organizaciones ecologistas que procuran evitar el
daño ambiental, se puede observar que el uso futuro de los biocombustibles
podría ser un nuevo Canto de Sirenas para desprevenidos contribuyentes de
impuestos. Sobre todo es importante tratar de predecir cuáles serán los efectos
que los bio-combustibles tendrán en la Argentina, y si realmente son
convenientes para el país.
La información que presenta la
organización CorpWatch, dedicada a vigilar los tremendos negociados
que hacen las grandes corporaciones mundiales en complicidad con los políticos
de cada país, denuncia por igual a las empresas petroleras, los carteles cerealeros,
la industria automotriz, las farmacéuticas, y todas aquellas que se asocian con
los políticos de turno para llevar adelante oscuros negociados que van en
perjuicio de la población en general.
El tema de los biocombustibles lo trata
con crudeza en su informe “El Sucio Secreto de los Combustibles Verdes”,
del periodista investigador Sasha Lilley, en Junio 1, 2006 y que puede leerse completo
en inglés en: http://corpwatch.org/article.php?id=13646
La gigantesca compañía de granos Daniels
Archer Midland, de Columbus, Nebraska, parte del cartel cerealero mundial
junto con Continental, Louis Dreyfus, Pillsbury, ConAgra, Bunge & Born, y
otras que monopolizan el comercio mundial de granos, es la mayor productora de
etanol de los Estados Unidos, y lo obtiene destilándolo a partir del maíz. Ha
inaugurado una planta de genera-ción eléctrica para la destilación del etanol
de maíz, basada en la quema de carbón, una de las formas más sucias de producir
energía. Cuando se quema carbón, emite contaminantes cancerí-genos y elevados
niveles de gases de invernadero relacionados con el calentamiento global.
Increíble e irónicamente, esta energía
será usada para destilar etanol, dentro del programa oficial del gobierno
americano para “combatir el cambio climático,” dado que el etanol es
considerado por los ecologistas y el presidente George Bush como el combustible
verde del futuro. La Archer Daniels Midland (ADM) también opera plantas
eléctricas a base de carbón en sus cuarteles generales en Decatur, Illinois, y
en Cedar Rapids, Iowa, y está actualmente añadiendo una nueva planta en Clinton,
Iowa, para su destilación de etanol.
Eso no es todo. “Las plantas de
etanol, y no sólo la parte que genera energía con carbón, producen una gran
cantidad de contaminación,” dice Mike Ewall, director de la Energy
Justice Network. “La Agencia de Protección del Ambiente (EPA) le ha
caído encima a muchas plantas de etanol en el Medio Oeste por sus excesivos
niveles de monóxido de carbono, metanol, tolueno, y componentes orgánicos
volátiles, algunos de los cuales son reconocidos cancerígenos.”
A pesar de los intentos de mostrarse
“verde” en sus envoltorios y empacados ecológicos, la ADM está ranqueada como
la décima corporación más contaminante, en la lista “100 Tóxicos” del Instituto
de Investigación en Política Económica de la Universidad de Massachusetts. La
compañía ha sido acusada por el Departamento de Justicia y la EPA por
violaciones del Acta del Aire Limpio en cientos de procesos, cubriendo 52
plantas en 16 estados. Las multas por contaminación causada por la producción
de etanol son millonarias.
El Lobby Corporativo
El lobby de la ADM estuvo por detrás del
impuesto de 54 centavos de dólar impuesto a las importaciones de etanol de la
caña de azúcar Brasileña, que es mucho más barato que el etanol basado en maíz
de la ADM. El impuesto se remonta a 1980 cuando el CEO de ADM convenció al
presidente Carter para que lo adoptase. El senador de Iowa (en la nómina de
pago de ADM) declaró recientemente su propósito de bloquear cualquier intento
de eliminar este impuesto sobre los combustibles verdes brasileños frente al
incremento del precio del gas natural, declarando que “una eliminación del
impuesto sería contraproducente para la ampliamente apoyada intención de
promover las fuentes renovables de energía.”
Está ya demasiado claro para los
analistas económicos que los biocombustibles son únicamente rentables gracias
a los altos subsidios e impuestos que deben afrontar los consumidores. De
no ser por ese motivo, no tendrían la menor oportunidad de desarrollarse, al
igual que las otras fuentes alternativas de energía, como la eólica o la solar.
La Oficina de Contabilidad del gobierno de Estados Unidos estima que los
subsidios sólo para la industria del etanol son de 11.000 millones de
dólares, que son cargados a las espaldas de la gente. Se trata de una neta
transferencia de recursos del pueblo a las corporaciones.
Cuando
el Maíz es Rey
Los subsidios y los incentivos
impositivos podrían tener sentido común para el público –aún cuando vayan como
una catarata a los bolsillos de las corporaciones Fortune 500 como mega
ganancias- pero sólo si el etanol cumpliese la promesa que sus promotores
afirman: reducir de manera significativa las emisiones de gases invernadero,
proteger al ambiente, y frenar el calentamiento global. Por desgracia, no hace
nada de eso.
Durante años se ha debatido sobre si el
etanol de maíz genera más energía que la que se usa para producirlo mediante
combustibles fósiles. Alexander Farrell, de Universidad de California en Berkely,
publicó hace poco un completo y profundo estudio en la revista Science,
sobre la energía y la emisión de gases invernadero de diversas fuentes de
etanol. Su grupo de investigación descubrió que el etanol de maíz reduce los
gases de invernadero sólo un 13%, y se compara de manera desfavorable con el
etanol proveniente de otras fuentes vegetales- “Nuestra mejor
estimación,” dice Farell, “es que el uso actual de etanol de maíz resulta en
una modesta declinación de las emisiones de gases invernadero.”
Pero la enorme cantidad de maíz que la
ADM y otros fabricantes del etanol compran a los granjeros del Medio Oeste
causa enormes perjuicios ambientales de muchas formas diversas. Los modernos
maíces híbridos requieren más fertilizante nitrogenado, herbicidas e
insecticidas que cualquier otro cultivo, causando la mayor erosión del suelo.
El escurrimiento de pesticidas y fertilizantes en las vastas extensiones de
praderas sembradas con maíz en Norteamérica fluyen a las aguas subterráneas y
ríos hasta el Golfo de México. El escurrido de nitrógeno que fluye al Río
Mississippi ha causado el aumento de algas en el Golfo que roban a los peces y
otras formas de vida acuáticas del oxígeno necesario para la vida.
Para comprender los costos ocultos del
etanol basado en maíz, es necesario incluir en la ecuación“los enormes,
monstruosos costos de la limpieza de las aguas contaminadas en el delta del Río
Mississippi y también tratar de remediar los efectos negativos del
envenenamiento del golfo de México,” dice Tad Patzek, del Departamento
de Ingeniería Civil de la Universidad de Califor-nia. “Estos no son
efectos ambientales abstractos,” afirma, “estos son efectos
que impactan al agua potable en todo el Cinturón de Maíz, que impactan también
sobre el veneno que la gente consume cuando comen sus alimentos, de los
diferentes pesticidas y herbicidas.” De acuerdo con el Departamento de
Agricultura de EEUU, es el cultivo con mayor potencial de filtrar pesti-cidas
en el agua potable subterránea.
Por último está el asunto de si es
práctico reemplazar al petróleo con el etanol basado en maíz, u otros
vegetales. “Hay cifras conflictivas sobre cuánta tierra es necesaria
para abastecer toda nuestra demanda de energía a partir del etanol,” dice
Ewall, del Energy Justice Network, “y esas estimaciones varían desde
una porción de los que tenemos actualmente cultivado hasta más de cinco veces
el área agrícola de los Estados Unidos.”
Breve
Conclusión
De toda la información disponible se
extrae una conclusión que nuestros políticos que están a cargo de promover el
uso de los biocombustibles deberían evaluar con cuidado y prudencia. Se trata
de un recurso que no es “sustentable,” ni económicamente viable sin los pesados
subsidios y exenciones impositivas que se requieren para que los productores
tengan una rentabilidad que los impulse a iniciarse en la actividad.
Otra seria consecuencia será que el maíz
que hoy es empleado mayoritariamente para alimentar ganado caballar y porcino,
como aves de corral y en la industria alimenticia, subirá de precio y
arrastrará consigo los precios en alimentos, con una negativa incidencia en la
canasta familiar y en el índice de inflación. Este es un fenómeno que ya ha
comenzado a mostrarse en Argentina. Una gran cantidad de productores de
alimentos abandonarán la actividad por haber dejado de ser rentable, lo que
causaría una pérdida de puestos de trabajo que no será compensada por el magro
empleo requerido por las grandes plantas de etanol de las grandes
corporaciones. El valor agregado de mano de obra local es ínfimo.
El gobierno se verá obligado entonces a
subsidiar de manera semejante a los consumidores del maíz más caro para que
puedan seguir con su aporte a la alimentación del país. Y los subsidios deberán
salir de nuevos impuestos sobre algunas (o muchas) actividades, que las hará
menos rentables, desequilibrando toda la estructura económica de la nación.
Cuando se lanza una bola de nieve desde lo alto de una pendiente nevada, las
consecuencias son fácilmente predecibles, pero siempre desfavorables.